Los compositores clásicos aspiran a su música de una
relación muy profunda entre su contenido afectivo (emocional), y los medios con
los que lo logra. Muchas de las obras clásicas más elogiadas hacen uso del
desarrollo musical, el proceso por el que un germen, idea o motivo musical es
repetido en distintos contextos, o alterado de tal manera que la mente del
oyente, consciente mente o no, compara las diferentes versiones.
Su transmisión escrita, junto con la veneración dada a
ciertas obras clásicas, ha llevado a la expectativa de que el ejecutante tocará
la obra de tal modo que realizará en detalle las intenciones originales
del compositor. Por lo tanto, las desviaciones de las instrucciones del
compositor a veces son condenadas como fallas completas éticas. Durante el
siglo XIX, los detalles que los compositores colocaban en sus partituras
fueron incrementándose. Así vemos un opuesto rechazo-admiración por los
ejecutantes que ofrecen nuevas «interpretaciones» de la obra de un compositor,
y no es desconocido que un compositor le pida al intérprete una mejor
realización de sus intenciones originales que la que él mismo pudo
lograr.
0 comentarios:
Publicar un comentario